Abraham Norton, también conocido como Su Majestad el Emperador
Norton I, era un ciudadano célebre de San Francisco que se declaró
Emperador de Estados Unidos y protector de México en 1859.
Norton I |
Este verano leí sobre este peculiar personaje y me
pareció muy interesante su historia, por este motivo he decidido dedicarle una
entrada para darlo a conocer a aquellos que no lo conozcan. A mi parecer es muy
llamativo que un simple ciudadano se autoproclame emperador a sí mismo,
pero veamos un poco de su vida para saber cómo llegó a esta situación.
La fecha de su nacimiento es un tema controvertido pero lo que sí se sabe
con seguridad es que nació en Londres. De allí emigró a Sudáfrica con su
familia donde pasó toda su infancia. A la altura de 1849 se trasladó a San
Francisco, ayudado por la herencia que le había dejado su padre tras su muerte.
En San Francisco se estableció como hombre de negocios llegando a obtener
grandes beneficios. Esta buena racha no le durará mucho ya que invertirá
toda su fortuna en unos negocios fallidos que lo dejarán en la ruina tras
perder una serie de pleitos judiciales. Esto le dejó mentalmente afectado y
hará que deje la ciudad por un tiempo.
Al poco tiempo regresó de nuevo a la ciudad convertido en otro hombre.
En septiembre de 1859 se convirtió en el centro de mira de todos sus
vecinos tras difundir una serie de cartas de manera espontánea a todos los
periódicos en la que se declaraba a sí mismo Emperador de los Estados Unidos.
El motivo por el cual lo hacía era por la frustración que tenía ante las
instituciones de su país que habían permitido que cayese en la bancarrota.
Tras su proclamación, Norton comenzó a publicar un gran repertorio de
edictos. El 12 de octubre de 1859 autorizó formalmente la disolución del
senado ya que al asumir en su personificación el control del país, no
consideraba necesario continuar más con una legislatura. Al ver que no se
cumplía su proclama, llamó a la intervención del ejército para, como según dijo
él mismo, "limpiar los pasillos del congreso".
Aunque parezca de locos, Norton comenzó a ganar gran número de
seguidores. Llegó a establecer su propia corte en un edificio gris donde
alquilaba las habitaciones. En las paredes de este edificio había colgado
retratos de Napoleón y la reina Victoria, con los cuales afirmaba que mantenía
correspondencia. Siempre iba acompañado de sus dos perros, Lázaro y Bummer, con
los cuales paseaba por las calles comprobando que todo estaba correcto. Durante
este periodo publicó varios edictos, la mayoría de carácter ridículo, en el que
destaca su autoproclamación como Protector de México.
“Dada la incapacidad de los mexicanos de regir sus
propios asuntos, yo, Norton I, asumo el papel de Protector de México”
Sus decretos rara vez fueron tomados en serio, no llegó a tener poder
político, pero llegó a tener una gran repercusión pública. Siempre comió
en los mejores restaurantes de la ciudad a cuenta de la casa y en el teatro
tenía un sillón reservado para él y para sus dos perros. Cuando entraba a la
ópera, todos los asistentes se ponían en pie y guardaban silencio hasta que se
sentaba.
Era tal su popularidad que llegó a hacer billetes de su propia
denominación, y la municipalidad los validaba y los cambiaba por dólares
reales, llegando a pagar con ellos varios productos. Estos billetes hoy en día
son una rareza evaluada en miles de dólares en casas de subastas.
Billete de 10 $ |
Una de sus grandes hazañas fue detener una gran turba de manifestantes que
se dirigía al barrio chino para enfrentarse a estos. Norton se plantó delante
de los manifestantes y pronunció un largo discurso sobre llevarse bien entre
todos que hizo que la turba se disolviera sin causar más problemas.
Como fue un gobernante justo y honrado, no se enriqueció gracias a su
posición. De hecho un policía arrestó a Norton por vagabundo. La gente se
indignó mucho y no se tranquilizó hasta que el director de la policía le liberó
y una delegación de concejales le visitó y le pidió disculpas varias veces. Era
magnánimo y olvidó el incidente. Al conocer la situación en la que el emperador
vivía y ver el mal estado de su ropa, el ayuntamiento aprobó una subvención
para equiparle toda la indumentaria que él necesitara.
El 8 de enero de 1880, Norton I, Emperador de los Estados Unidos y Protector
de México, murió de un ataque de apoplejía mientras se dirigía a una plática en
la Academia de Ciencias Naturales. En 1980 San Francisco conmemoró el
centenario luctuoso de su monarca con ceremonias a medio día. A su entierro
asistieron más de treinta mil personas, el cortejo se extendió por
más de tres kilómetros.
En mi opinión es extraordinario el hecho de cómo esta persona pudo
ganarse la confianza y el respeto de una ciudad entera como era la ciudad de
San Francisco. Esto no lo hubiera llegado a conseguir Norton si no hubiera
obrado honradamente, porque aunque lo tomasen como a un loco (que muy probablemente
lo estaba), supo finalmente ganarse el respeto y la confianza de sus
conciudadanos.
Si te ha gustado esta entrada visita Incitatus, el cónsul caballo
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