martes, 25 de febrero de 2014

Doña Juana "la Loca" de Francisco Pradilla


Hoy os traigo un cuadro que me asombró mucho en mi visita al Museo del Prado. Es una obra que te transporta a la escena, haciéndote sentir la melancolía de la reina Juana al perder a su esposo.


Esta obra pertenece al género histórico en España y fue realizada por Francisco de Pradilla en 1878. Se trata de la evocación del viaje que hace doña Juana desde la Cartuja de Miraflores a Granada acompañando el cadáver de su esposo Felipe el Hermoso.

Según la crónica de Pedro Mártir de Anglería, la comitiva estaba compuesta por eclesiásticos, nobles y caballeros, y en una de las jornadas, de Torquemada a Hornillos, "mandó la reina colocar el féretro en un convento que creyó ser de frailes, mas como luego supiese que era de monjas, se mostró horrorizada y al punto mandó que lo sacaran de allí y le llevaran al campo. Allí hizo permanecer toda la comitiva a la intemperie, sufriendo el riguroso frío de la estación".

Pradilla recoge este momento en la obra, reflejando el drama amoroso, los detalles de la comitiva y la riqueza del paisaje invernal castellano. 

La figura de doña Juana ocupa el centro de la composición. Ella viste un grueso traje de terciopelo negro que pone de manifiesto su avanzado estado de gestación. En su mano izquierda podemos observar las dos alianzas que indican su viudedad.


La reina vela el féretro de su esposo, colocado sobre parihuelas y adornado con las armas imperiales. Dos grandes velones mortuorios flanquean su cabecera. Junto al catafalco se encuentran una joven dueña y un fraile de blanco hábito, leyendo en voz baja una plegaría y sosteniendo un cirio.

Destaca la mirada perdida de la reina contemplando el féretro, ella permanece impasible ante las inclemencias del tiempo, como delata el fuerte viento que arrastra el humo de la hoguera. Alrededor de la reina, las damas y caballeros de su séquito observan atónicos y sobrecogidos a su señora.


El fondo está ocupado por el monasterio del que doña Juana sacó el féretro de su marido al saber que estaba ocupado por monjas; en el extremo contrario aparece el resto de la regia comitiva

Pradilla muestra en esta pintura, caracterizada por su singular realismo, su habilidad para la composición escenográfica, el sentido rítmico y equilibrado de la composición y su conocimiento histórico, a través de los trajes y accesorio incluidos.

Este autor le dedicó otra obra a doña Juana que se titula: La reina doña Juana "la Loca" recluida en Tordesilla con su hija la infanta Catalina. Aquí vemos de nuevo la mirada perdida de la reina.


Si quieres ver obras relacionadas te recomiendo El Jardín de las Delicias, El Bosco o La Adoración de Los Pastores del Greco



lunes, 17 de febrero de 2014

Los Campos de Concentración para Japoneses en EEUU



Cuando hablamos de campos de concentración a todos se nos viene a la cabeza los campos de concentración que crearon los nazis para los judíos. Ahora bien, lo que no conoce todo el mundo es que durante la II Guerra Mundial también hubo campos de concentración en Estados Unidos, concretamente campos para aislar a la población japonesa.


Durante el último cuarto del siglo XIX y las primeras cuatro décadas del siglo XX, un importantísimo flujo migratorio proveniente desde Japón llevó hasta EEUU a cientos de miles de nuevos ciudadanos que llegaron al país con la intención de labrarse un nuevo futuro. La numerosa colonia de emigrantes de origen japonés, que durante décadas vivió de manera tranquila y próspera en su nuevo país de acogida, sufrió un duro revés y la persecución por parte de las autoridades estadounidenses a raíz del ataque de Pearl Harbor del 7 de diciembre de 1941. 

Dentro de la población norteamericana comenzó a aflorar teorías conspiratorias que aseguraban que numerosos grupos nipones se estaban organizando en el oeste del país para llevar a cabo ataques y sabotajes en el mismo suelo estadounidense. Este clima de histeria colectiva llevó al presidente Roosevelt a tomar medidas drásticas para controlar a todo aquel que tuviera algún tipo de relación (directa o indirecta) con los intereses japoneses. Para ello se creó la “War Relocation Authority” y se comenzó a construir una serie de campos de concentración en los que se internaría a todas aquellas personas de origen y/o descendencia japonesa.

A los japoneses se les dijo que eran trasladados a lugares seguros para que no corrieran peligro. Muchos eran propietarios de prósperos negocios que tuvieron que malvender por cantidades irrisorias. Familias completas fueron enviadas a vivir a barracones compartidos, encerradas como si se tratase de peligrosos delincuentes. También se tomaron grandes medidas de seguridad para impedir la fuga, como por ejemplo la utilización de vallas electrificadas.  

 


Se calcula que unos 120.000 japoneses fueron trasladados a campos de concentración.






El campo de concentración más famoso fue el de Manzanar, que se encontraba ubicado en la Sierra Nevada de California. Esta zona se caracteriza por sus extremas condiciones climáticas. En invierno nevaba, mientras que en verano la temperatura llegaba a los 50 grados de temperatura, eso sin olvidar los vientos huracanados. Este campo llegó a albergar a unas 10.000 personas. Estaba rodeado por alambradas de espino, vigilado por ocho torretas con ametralladoras y custodiado por la noche por reflectores. 


Tras cerca de tres años de funcionamiento de estos campos de concentración, la administración norteamericana decidió empezar a dar salida a las miles de personas que fueron encerradas. La inmensa mayoría de los japoneses liberados tuvieron que empezar desde cero, ante una sociedad que los miraba con recelo.

Hasta 1988, durante el mandato del presidente Ronald Reagan, no se pidió perdón oficialmente a las víctimas de esas medidas discriminatorias. Se ofreció una compensación valorada en 20.000 dólares por cada superviviente, sin embargo la gran mayoría ya había fallecido. Los expertos han calculado que a la administración le supuso un gasto de unos 40 millones de dólares, cuando los perjuicios ocasionados a la población japonesa rondaron los 400 millones


martes, 21 de enero de 2014

El Gran Dictador, discurso final - Charles Chaplin


Debido a los exámenes tengo el blog un poco dejado de lado. Pero aún así, aquí os dejo en esta entrada uno de los mejores discursos de la historia del cine, el discurso final del Gran Dictador, pronunciado por Charles Chaplin. 

Esta fue la primera película con sonido que realizó este actor. En el momento de su estreno, Estados Unidos todavía estaba en paz con la Alemania nazi, pero la película ya era una feroz y controvertida condena contra el nazismo, el fascismo, el antisemitismo y las dictaduras en general. En la película, Chaplin define a los nazis como "hombres-máquinas, con cerebros y corazones de máquinas". 




Lo siento. 

 
Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie, sino ayudar a todos si fuera posible. Judíos o gentiles, blancos o negros. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos. La buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas.


Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. 


Más que máquinas necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.


Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. 


Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros. 


Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oirme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.


El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que le quitaron al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.


Soldados.


No os rindáis a aquellos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué pensar y qué sentir.


Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquinas, con cerebros y corazones de máquinas. Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que no aman y los inhumanos.


Soldados.


No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. El el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de Dios está dentro del Hombre, no de un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres…¡en vosotros!" Vosotros el Pueblo tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, vosotros el Pueblo tenéis el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravilosa aventura.


En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres trabajo y dé a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Con la promesa de esas cosas, las fieras alcanzaron el  poder, pero mintieron. Nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.


Luchemos por el mundo de la razón.


Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.


Soldados.


En nombre dela democracia, debemos unirnos todos.


Te recomiendo que leas Incitatus, el cónsul caballo o Discurso del Rey Alfonso XIII al abandonar España la democracia, debemos unirnos todos.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Discurso del Rey Alfonso XIII al abandonar España

Como última entrada del año he decidido poner un extracto del discurso de despedida que realizó el rey Alfonso XIII tras enterarse de la proclamación de la II República. Espero que os guste y que paséis un feliz año.

"Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que ese desvío no será definitivo porque procuraré siempre servir a España, puesto el único afán en el interés público hasta en las más críticas coyunturas.

Un Rey puede equivocarse y sin duda erré yo alguna vez; pero sé bien que nuestra Patria se mostró en todo momento generosa ante las culpas sin malicia.

Soy el Rey de todos los españoles y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero resueltamente quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro, en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuentas rigurosas.

Espero a conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de España reconociéndola así como única señora de sus destinos.

También ahora creo cumplir el deber que me dicta mi amor a la Patria. Pido a Dios que tan hondo como yo lo sientan y lo cumplan los demás españoles."

14 de abril de 1931
Don Alfonso XIII



ENTRADAS RELACIONADAS:El Asedio de Castelnuovo o Siete meses en el Río Amazonas

lunes, 23 de diciembre de 2013

La Adoración de Los Pastores del Greco

Con motivos de las fechas en las que nos encontramos le voy a dedicar una entrada a la Adoración de Los Pastores, obra que realizó El Greco para presidir el altar de su propia tumba en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo. Aunque esta obra haga referencia al nacimiento del niño Jesús, vemos que no parece la típica estampa de navidad debido a la singular técnica que caracteriza la pintura del Greco. 


Este cuadro presenta la obra cumbre de la última etapa de este autor y reúne todas las características de su estilo maduro. Llama la atención los fuertes contrastes lumínicos de la obra. La luz aparece con un gran tratamiento simbólico que inunda todo el cuadro. La fuente de la luz es el niño Jesús.

Como es característico en el estilo del Greco, las figuras humanas aparecen distorsionadas, cuyos miembros alargados aparecen inmateriales y flameantes. La mancha de color predomina sobre el dibujo y el autor aplica una gama de colores fríos. 

La escena se desarrolla en dos zonas superpuestas, la terrenal, que recoge la escena del nacimiento, y la celestial, en la que vemos a un grupo de ángeles. Estas dos zonas están unidas perfectamente en una composición en forma de espiral. 

El profundo sentimiento religioso que tenía El Greco, con un misticismo cada vez más exacerbado, se refleja en la expresión de asombro o recogimiento de los pastores ante la contemplación de la imagen luminosa del Niño Jesús, que parece desvelar cuidadosamente la Virgen con sus manos. La imagen del pastor arrodillado es probable un autorretrato del autor, que une sus manos en actitud de recogimiento y oración, la cual parece reflejar el propio fervor del pintor, con sus ojos a la altura de Jesús, quien parece establecer con él un intenso diálogo con la mirada. 

Si te ha parecido interesante esta entrada te recomiendo que leas El Jardín de las Delicias, El Bosco o La Educación Azteca

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El Asedio de Castelnuovo


Durante el siglo XVI, el Imperio Otomano tenía atemorizado a toda Europa. Éste Imperio de vastísima expansión ansiaba expandirse por Occidente. Ante este hecho, algunos países europeos decidieron crear la Santa Liga para poder hacer frente a esta gran potencia.
 
Una de las primeras intervenciones de la Santa Liga tuvo lugar en el año 1538 con la conquista de la pequeña fortaleza de Castelnuovo, en Montenegro, con la intención de hacer un desembarco y constituir allí un núcleo de fuerzas que extendiera en aquellas costas el predominio cristiano. Los aliados de la Santa Liga conquistaron la ciudad con facilidad y decidieron que ésta la controlara España.

Grabado de época de Castelnuevo en el siglo XVI, actual Herceg Novi (Montenegro)


Francisco de Sarmiento fue el escogido para que se asentara en esa fortaleza con unos 3.000 hombres correspondientes al Tercio de Niza. Estos, en caso de ataque, se encontraban desprovistos de toda ayuda ya que la fortaleza se encontraba lejos de los aliados y de los territorios españoles.

El sultán Solimán decide contratacar rápidamente ante la pérdida de la pequeña fortaleza.  El encargado para dirigir el ejército otomano fue el conocido pirata y almirante Barbarroja. Éste reunió en 1539 una armada formada por 200 velas, 150 galeras reales, bien armadas y provistas, y 70 galeotas, fustas y bergantines. El ejército estaba compuesto por 10.000 turcos y 4.000 jenízaros (tropas de élite turcas), y 30.000 hombres, con la caballería correspondiente
 

 Retrato de Barbarroja

Sarmiento, consciente de la respuesta inminente de los turcos, mandó reforzar las defensas, arreglar las murallas, afilar las armas y colocar trampas. No obstante, cabe destacar que los españoles eran muy inferiores en número y en piezas de artillerias comparado con la gran fuerza turca que acercaba.

A mediado de julio de 1539, Barbarroja llegó con su flota a la fortaleza de Castelnuovo. Tras desembarcar las tropas, el almirante otomano comenzó a preparar todo lo necesario para el asedio. Durante estos preparativos, las tropas españolas hacían salidas continuas con el fin de hostigar, en la medida de los posible, la moral y el número de las unidades turcas.

Consciente Barbarroja de que la fortaleza española se encontraba aislada y de que los españoles tenían pocas posibilidades de vencer, decició ofrecer a Sarmiento una rencición honrosa para evitar un gran derramamiento de sangre. Sarmiento rechazó esta oferta y según recoge la historiografía respondió a los turcos con lo siguiente: "Viniesen cuando quisiesen". 

Barbarroja, viendo la negativa española a su oferta, ordenó atacar la fortaleza con todas sus fuerzas. Los bombardeos de artillería se iban sucediendo con los ataques de la infantería y los jenízaros. Los españoles resistieron férreamente ante estos ataques, logrando causar graves bajas al enemigo. Tales llegaron a ser las bajas que el líder enemigo prohibió combatir cara a cara contra los cristianos hasta nueva orden. Y es que Barbarroja sabía que, si tenía paciencia, su poderosa artillería acabaría minando la moral y las vidas de los de Sarmiento.


Así pues, los turcos se limitaron, en el comienzo de comienzos de agosto, a ahorrar fuerzas y lanzar toda la munición posible sobre el castillo. A su vez, la meteorología se puso en contra de los españoles al cargar contra ellos, la lluvia que dejaba inutilizables los arcabuces. 

A sabiendas de la situación en la que se encontraban ya los de Sarmiento, Barbarroja ordenó, en la mañana del 7 de agosto, atacar la fortaleza y a sus últimos 600 defensores.  En aquel asalto final murió el líder de los españoles y gran parte de los pocos defensores que quedaban. 

Como era de esperar, las tropas españolas fueron derrotadas, pero el resultado final de la contienda no fue el esperado por parte de los turcos. Entre 12.000 y 20.000 se cifran las bajas turcas. Las bajas españolas se cifran en 2.800 mientras que 200 españoles fueron hechos prisioneros.

El Asedio de Castelnuovo pasaría a la historia como una de las batallas más heróicas, incluso llegó a ser rebautizada con el seudónimo de la batalla de las Termópilas Moderna.

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