La anécdota histórica que
hoy os voy a contar puede resultar un poco violenta y desagradable, se trata del
entierro del rey inglés Guillermo I.
Guillermo I de Inglaterra, conocido como Guillermo El Conquistador (8 de
noviembre de 1028 - 9 de septiembre de 1087), fue duque de Normandía y
en el año 1066 conquistó Inglaterra, llegando al trono a costa de Haroldo de Wessex,
alegando su derecho legítimo al ser primo de Eduardo el Confesor, rey
anglosajón de Inglaterra. También fue conocido como Guillermo El Bastardo hasta
1066.
A lo largo de su reinado fue un rey duro, llegando a sembrar el temor y el miedo
sobre sus súbditos. Temor que se acrecentaba si tenemos en cuenta que
era un gran guerrero. Como militar venció en muchísimas batallas, entre otras
la de Hastings donde derrotó a los sajones.
Pero todo aquello le acabó pasando factura, comenzando a sufrir físicamente
muchos problemas. En esa época comenzó a engordar de manera exagerada, lo que
unido a su altura, le convirtió en el motivo principal de los comentarios
jocosos de la corte. Aun así, continuo guerreando hasta que sucedió lo que
tenía que suceder.
En al año 1087 luchando por los límites de una frontera en Normandía, en un poblado cercano a la localidad de
Roen, Guillermo I paseaba su caballo sobre
los campos quemados que dejaban sus tropas. Con lo que no contaba es que
mientras inspeccionaba la zona, su caballo se paró de golpe. Esta parada hizo
que su estómago (de grandes dimensiones en ese momento) chocara bruscamente contra
la silla del equino. Aquel accidente le produjo la perforación del intestino
con la consiguiente filtración del contenido intestinal hacia la cavidad
abdominal, ocasionando una peritonitis.
La peritonitis se fue propagando por su cuerpo con el paso de los días. Ésta
le producía pus y gases, llegando a convertir su vida en un sufrimiento
hasta que el 9 de septiembre de
1087 acabó su agonía muriendo.
Lo que no sabía Guillermo era la Odisea que iba a vivir tras su muerte. Su
cuerpo, muy obeso, fue trasladado a San Esteban de Caen en Francia. Éste estaba
completamente lleno de pus, con gases y en gran estado de descomposición. Además, el cuerpo
se había hinchado muchísimo, por lo que resultaba imposible meterlo en el
sarcófago. Finalmente, un mal empujón, intentando forzar la introducción del
cuerpo en el sarcófago de piedra, hizo que el cuerpo estallara frente a los
presentes. El estallido vino acompañado por un gran hedor que hizo que los presentes
huyeran del funeral.
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